Historia de fantasmas. Henry James y su vuelta de tuerca

Nunca había leído una novela sobre una mujer visionaria que adorase la luna. Es decir, una tía que tuviese visiones y fuese una lunática. Porque esta es la impresión que me queda al terminar la lectura.

Prosa


Si de algo puede presumir el autor expatriado de Europa es sobre la falta de concisión en el libro. La trama gira en torno a los pensamientos de la institutriz (sí, muy inglés para ser un americano) y en la redundancia. Es probable que el título de Otra vuelta de tuerca se deba a las vueltas y vueltas en que gira la historia: La obsesión de la protagonista con las visiones y con lo adorables que son los niños que se ven mancillados por la maldad de dos adversarios ya fallecidos.

Sí, es muy rica... la historia. Lees la página 30 y la 150 y casi tienes un calco. O eliges las primeras páginas, de lo que viene siendo el prólogo antes de llegar al capítulo 1, y puedes dejar de leer.

Vamos, que el prólogo te vende una super-novela de fantasmas, aterradora y que Douglas, el que menciona este inciso del inicio, declara a su pequeña audiencia del salón que una institutriz le legó su diario sobre una aterradora y escalofriante historia que había vivido en primera persona.

Visiones

La historia, maquillada como novela de fantasmas, flojea en que no se sostiene por ninguna parte. Sólo la institutriz los ve, los escucha y los siente. No realiza mención alguna de si conoce a esas presencias, pero en una conversación con la ama de llaves, muy amplia y muy general, da una descripción que se libra por los pelos. Acierta porque reconoce a un ser humano porque tiene dos brazos y dos piernas y se sostiene de pie. Fin.

Los niños, los buenos niños de la historia son tratados de una forma que roza lo celestial, no llegan a tocar el techo porque ya está la protagonista sosteniéndole los pies a ambos.

La perfección infecta la bondad intrínseca de los dos, realizando justo lo contrario, unos perversos y bien estudiados actos brutales que pueden realizar dos infantes: Salir de casa sin permiso.

Las conversaciones que parece que giran en torno a los fantasmas sólo hacen alusión a... a algo que no tengo del todo claro, que sólo tiene la suerte o mala suerte de ser vistos por una única persona: La institutriz.

Henry, odias norteamérica, está claro, pero no deberías haber escrito este ensayo sobre cómo realizar el ridículo, además de ser una paranoia escribir sobre los pensamientos tan personales de una mujer, o lo que crees que piensa una mujer.

Comentarios