El paciente. Otra vuelta de tuerca de Gómez-Jurado

Si con Reina Roja se vivía un ambiente opresivo, con El paciente se vive un ambiente a toda pastilla y a contrarreloj. Nuestro autor más internacional nos da una lección de vida y supervivencia a tres bandas (médico, paciente y secuestrada) para iniciarnos (o continuar) en el camino de la novela negra española.

Rigor y veracidad

Teniendo a un marido como médico, no es de extrañar que todas aquellas consultas que le hice a modo "¿Es esto cierto?", fuesen todas con resultado positivo. Incluyendo aquella búsqueda esporádica en la wikipedia.

Juan Gómez-Jurado firma una obra magna acerca de la vida y la persecución de la misma, mostrando el lado más humano y visceral al que puede llevar a un médico al límite de sus capacidades y de sentimientos.

Resulta conmovedor el conocimiento y proceso de saltarse los protocolos médicos porque los valores morales priman sobre los gastos médicos del hospital, jugándose el protagonista su prestigio.

El autor americaniza una novela con todo su haber. Americaniza el prestigio, americaniza la competencia y americaniza la tensión conjugando el libre albedrío de David Evans en favor de su secuestrador vital, El señor White.

Contrarreloj

La inmersión de la novela es total desde el instante que inicias el cronómetro de la cuenta atrás en paralelo con el protagonista, batiendo el récord mundial de apnea al no poder respirar hasta pasar a la siguiente página o al siguiente capítulo.

Desesperados, querremos hacer trampas, como los niños pequeños, por saber en las páginas posteriores si conseguirá o no el Santo Grial de sus objetivos, sean cuales sean (no voy a spoilear, ejem).

Gómez-Jurado, el sinvergüenza que fomenta el ojerismo en nuestro país, sale indemne de esta maravilla literaria y menos conocida que batiburrillos novelescos que circulan al otro lado del charco.

Los capítulos, demasiado cortos para mi gusto, ayudan a coger aire, de nuevo, para seguir con la apnea y la intriga que despierta esta historia tejida a dos bandas: David Evans en su ímpetu moral y su cuñada con el ímpetu de salvar una vida.

Ambos, suman en común el mismo objetivo, salvar dos vidas. Ninguna más importante que la otra.

Larga vida a Gómez-Jurado, valga la redundancia.


Comentarios

Publicar un comentario