A pesar del título tan rimbombante, no deja de ser cierto que su última novela es todo lo mejor que se puede leer actualmente en novela de intriga, de espías y como género histórico. Vamos, de la historia reciente de Europa, en el lado Este del muro de Berlín. Pero lo más importante, es que tenemos a un autor camaleónico, que disfruta haciendo disfrutar al ávido lector de cosas nuevas.
Después de la devastación total en un futuro apocalíptico, Gellida nos retrotrae a la época más dura de Europa.
Ambientación
Como le corresponde teniendo una licenciatura en historia, nos retrata fielmente las idas y venidas de lo que es la República Democrática Alemana en el lado Este del muro de Berlín, desde la perspectiva de un mando del KGB afincado en la ciudad.
Lo más destacable es que NO se trata de una novela de espías per se. No se trata de una de esas noveluchas de tercera que hacen una lamentable parodia de lo que era ser un agente secreto al otro lado del telón de acero. Aquí se entiende su funcionamiento, la finalidad, cómo es una operación de seguimiento, los interrogatorios, reclutar un topo, crear un agente doble y un larguísimo etc.
La recreación de Gellida ya no es un fresco, es una fotografía de la época.
La calidad de las conversaciones parecen transcripciones hechas desde una cinta o un magnetófono de un alto funcionario de la Stasi, porque el autor traslada al lector a una inmersión total de los años 80 en donde habían más informadores por metro cuadrado que en la actual Corea del Norte, en medio de la discordia entre el capitalismo radical y el feroz e incansable comunismo.
Personajes
Otro punto fuerte es la cantidad y calidad de personajes, cada uno con su propia personalidad, talante y simpatía, cada cual con sus rutinas y, la interacción entre ellos, lejos de ser mecánica, son soberbias interpretaciones del statu quo que regían las costumbres y las formas. Se puede respirar un ambiente opresivo, cargado de silencios y confidencias en el que cada uno sabe su lugar, de forma natural, sin forzar.
Tenemos a un Viktor Lavrov debatiéndose moralmente entre sus funciones y su lado más humano, así como una Erika que le da una segunda oportunidad en la vida y en el amor.
El retrato de cada uno de los actores va regido por una batuta del libre albedrío sin acercarse a ningún estereotipo y con el realismo de la cruda realidad: el realismo que les ha tocado vivir en el lado más oscuro de Berlín.
La trama
La poca densidad de las páginas, aunque nada descabellado si se mencionan 600, hace suponer que el autor tejió una historia simple, lineal, con un objetivo claro: La caza de un asesino en el trasfondo de la Guerra Fría. Bien, pues se equivocan. Me refiero a que es mucho más que eso. Infinitamente más que eso.
La densidad solo se puede sentir, no se puede explicar. ¿Cómo explicar el color rojo? ¿Cómo explicar un gusto afín? No es posible, pero sí se puede explicar el género Gellida: Veracidad, rigor, entretenimiento, complejidad de la trama y lectura ágil y voraz. Lo que cada cual considere oportuno, porque es de las lecturas que dejan huella, impresiona, y los giros, nada poéticos, son brutales.
La intriga, lejos de desinflarse a las primeras cambio, o pensar que la previsibilidad de lo imprevisible se hará patente de un momento a otro, es constante en el tiempo, con una técnica que no desmerece a ningún gran escritor. El efecto sorpresa no se desvanece aunque se intuya quien es el asesino, el depredador, porque estamos ante la imprevisibilidad de lo previsible, así como la tónica de la magia en que nos encierra Gellida. Prepárense para disfrutar de una novela atípica de la Guerra Fría de 1980.
Señores, lean la que es la mejor novela de César Pérez Gellida.
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