Refranes canciones y rastros de sangre de C. P. Gellida

César Pérez Gellida - Fuente

El género Gellida vuelve a la carga con esta nueva trilogía llevando la tensión y la intriga al máximo, haciendo que el lector se vea superado por los acontecimientos y tenga que realizar un respiro en la lectura por el realismo de los hechos.

Sarna con gusto. Noticia de un secuestro


El prólogo está firmado por Urtzi, el inspector de homicidios de Valladolid, que alaba el rigor y la constancia del escritor, por la óptica que usa contando la historia de un secuestro desde la perspectiva de la víctima, el entorno familiar, de los secuestradores y de la policía. La lectura de esta novela, como mencionaba, no es nada fácil, por la tensión de la familia y sufrimiento de la víctima en la ficción.

El realismo de la caracterización de los secuestradores es de manual, siguiendo un procedimiento habitual de un secuestro calculado, pero con el cambio de ritmo y unos acontecimientos clave, el encierro de la muchacha se torna en un secuestro típico de México transformando el proceso en una bomba de presión y el asunto en algo personal para el inspector pelirrojo.

Pese a todo, la prosa sigue la línea de su primera trilogía, en la cual, con el elocuente refranero popular de Sancho y la banda sonora con estribillos pegadizos, hacen que con la inmersión se haga imposible levantar la vista de la página que se lea en ese instante. Los diálogos siguen siendo transcripciones de la vida real, o pareciéndolas, o firmas o sentencias de personas reales, o yo que sé. El Chimuelo debe existir en la vida real. Jamás leí un mexicano tan mexicano en una novela, con permiso de Juan Rulfo.

Con la primera trilogía del asesino en serie Augusto Ledesma y el premio de la Medalla de honor de la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses, esperaba otra historia en la misma línea de la precisión de los hechos y el respeto de las instituciones policiales. Para mí, desde luego, lo ha conseguido.

Sociedades secretas

Sólo queda añadir, como trasfondo, una sociedad oculta que queda en un segundo plano, al margen de la impresionante veracidad ficticia de los hechos de lo que podría ser un secuestro y su casuística en la vida real.
El autor nos da una pista sobre esta sociedad secreta, que está en todas partes, bien jerarquizada, de estructura vertical, de comunicación descendente y una férrea y rígida disciplina mística en sus negocios y asesinatos para perpetuar su linaje. Da mucho juego, pero espero que nos sorprenda como hasta ahora y huya de clichés. Los nombres de cada componente humano son de carácter religioso y su misión en el mundo, sin una definición verdaderamente clara, se verá revelada en los siguientes libros.

Esto nos da indicios del transcurso de acontecimientos, de lo que se constituirá el resto de la trilogía, aunque este volumen tenga tintes auto-conclusivos. Gellida es capaz de generar un grado de dependencia relativa haciendo que el lector tenga ganas de más al cerrar el libro, al leer su última página. No con todos los lectores, pero sí con la mayoría. Me refiero a que en la primera trilogía estaba claro que Augusto Ledesma era el epicentro de la acción, en la presente lo será la Sociedad Secreta de Los hombres Puros.

Los prólogos, al igual que los epílogos, no son mini-ensayos en donde unos alaban al autor y otros alardean de sus habilidades literarias. En el caso que nos ocupa, en el de ambas trilogías, son fuentes de información de lo que nos vamos a encontrar a continuación.

Gellida es un arma de destrucción masiva. Todo lo que sabíamos sobre novela negra, él lo destruye desde sus cimientos para mostrarnos cómo se debe contar una historia. Un secuestro. Lo hace de una forma tan desgarradora que dejará huella para siempre.
¿Has leído algún libro sobre secuestros? Sí, el de Gellida.

Cuchillo de palo. Trata de blancas desde Nigeria


Gellida sigue en una línea ascendente y desgarradora de una realidad palpable, que es la trata de blancas. La ubicación, en este caso, ocurre en las Rías Baixas con un único cometido, desvelar el duro mundo de la prostitución no consentida.

La Congregación de los Hombres Puros

Es difícil reseñar sin spoilear la trama, la verdad. Por otra parte, la sociedad secreta de los Hombres Puros, ahora en un primer plano por las necesidades argumentales, es retratada como se suele hacer en este tipo de literaturas fantasiosas y sensacionalistas, pero el autor lo hace con un realismo creíble, veraz y consistente realizando una crítica social de aquellos negocios turbios, empezando por la prostitución en la Europa del Este, diferentes mafias del Sudeste Asiático de dudosa reputación y las malas artes usadas en la Guerra de los Balcanes, sin olvidarnos de lo que remueve todas las conciencias después de una crisis de identidad: la venganza y el deterioro psicológico. Todo ello para ubicarnos en la conformación de la estructura piramidal de la que está formada sin llegar al piramidión, Corteza de Roble y su arcángel mayor, Miguel.

Detalles históricos y sueños europeos

Apelando a su licenciatura en Geografía e Historia, Gellida engalana la novela con la verdadera identidad de Cristobal Colón, hace un breve inciso en la Orden del Dragón de la cual Vlad Tepes era miembro y, sobre todo, entramos en el quid de la cuestión, cuando el autor nos retrata a un Sancho derrotado por las secuelas de Augusto Ledesma y su Obra, así como el secuestro rematado en el fenecimiento de la niña de dieciséis años.


Gellida escribe una historia de derrota y casi de resurrección en donde Ramiro Sancho trata de hundirse más en un pozo de amargura, ahogándose en el alcohol y desahogándose con un amigo, jugando al geocatching en Monteferro hasta que pasa lo que pasa y pasa a la siguiente fase, sin descuidar su botella de whisky y dejarle más secuelas a Peteira por un trágico suceso inesperado y a la vez afortunado. Un Peteira que ya le debe una y, en esta ocasión, dos. La acción se pierde en Nigeria  donde el autor nos regala una realidad que no sale en los medios de comunicación: la arrebatadora verdad del efecto de las drogas de un sector especialmente marginado de Nigeria; la enorme diferencia de las clases sociales; y los sueños europeos de las veinteañeras que son engañadas y confinadas dentro de contenedores rumbo a Europa, en buques de carga con sus «matronas», en lo que, aparentemente nadie sabe, es un negocio multimillonario. No es que sea recomendable su lectura. Yo diría que obligatoria para conocer, un poco, la realidad de la trata de blancas de las mujeres nigerianas a través del puerto de Vigo.

A grandes males. Grandes derrotas


Gellida cierra una trilogía un tanto extraña. El prólogo, firmado por Dolores Redondo y amiga íntima del autor, nos dice que es su mejor novela hasta el momento. Miente descaradamente. Cualquier novela de la primera trilogía o la primera novela de la presente, es mucho mejor que A grandes males. Las peores opiniones y críticas literarias siempre serán formadas desde el amiguismo, y estas, lamentablemente, nunca dejan crecer profesionalmente.

Dan Brown a la Argentina

Lo que nos propone Gellida, en este último volumen de Refranes, canciones y rastros de sangre, es otro punto de vista en la tan manida literatura de las sociedades secretas y simbología con acertijos. El atractivo subyacente de la misma, es la localización de los restos de Dante, por una parte, así como el germen de las conspiraciones por parte de este grupo que está en la sombra. Navegamos por la lectura sobre varios hechos importantes así como la maquinación de los mismos en la primera mitad del siglo XX , como el crac del 29, venta de armas en el período de entre guerras y la promoción de obras arquitectónicas como el Palacio Barolo y el Salvo en Argentina, teniendo a su figura central al arquitecto italiano Mario Palanti. Todo ello siguiendo las directrices de la Congregación de los Hombres Puros y de La Divina Comedia de Dante.

Dantesco es que, en otra línea temporal, la presente, el ritmo narrativo se estanque en el libro con tantas explicaciones, y el cúmulo de casualidades exceda del número de permutaciones naturales. Es decir, que nos encontramos con la esencia de la casualidad en sí misma y no con una novela de investigación como sello personal y característico de Gellida. No leo a Gellida por ninguna parte, salvo en la caracterización de Sancho y en las «transcripciones» de los diálogos de dos personajes argentinos, Telmo y Bujalesky, que me han arrancado más de una carcajada, todo hay que decirlo. El resto de los hechos y acontecimientos son casi meras anécdotas si se comparan con lo anteriormente mencionado, sin que por ello sean prescindibles aunque se conjuguen sin alterar el principio de inviolabilidad de la trama.

Cierre de trilogía

Bien cierto es que el tratamiento que ha hecho con la aparición de algún personaje nuevo, que lo dejó en el aire en su anterior novela con algunas digresiones para conocer mejor sus habilidades y motivaciones (la arcángel albina), me recordó más al estilo sucinto y conciso al que recurrió en «Khimera», en lugar de trabajar más su perfil psicológico y formación de valores morales así como su evolución, como hizo en su anterior trilogía y que es, también, su sello personal. Era un personaje potencial pero debido a las limitaciones por la elección del recurso estilístico y estructura de la novela (escaleta literaria formada y cerrada) la inventó muda. ¡Vaya por Dios!

Realmente, ha sido una gran decepción. Para mí no funciona el «crea fama y échate a a dormir» como diría el «pelirrojo». Al lector hay que ganárselo novela a novela, letra a letra, Sr. Gellida.


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