La obra completa de Gellida. Analizada (Megapost)

César Pérez Gellida - Fuente

      César Pérez Gellida, para mí, fue todo un acontecimiento. Las comparaciones son siempre odiosas, pero enseguida me percaté qué significa el género Gellida ‒no es Larsson ni Urturi, por poner un ejemplo‒. Es la revolución.


Medalla de honor de la Sociedad española de criminología y ciencias forenses 2014


     Está bien calificado y bien merecido por el rigor y el respeto a las instituciones tanto policial y judicial con que las trata y describe, en sus novelas, como en sus procedimientos. La primera parte, Memento mori, es un cúmulo de información, al principio, en el que el lector se ve totalmente abrumado de incoherencias aparentes por los sesgos del género policíaco americano desconociendo el sistema policial nacional.

      Jon Sisitiaga y Lorenzo Silva sirvieron de abanderados para promocionar esta trilogía para amenizar cualquier discrepancia ante semejante desconcierto del inicio, para dar paso a una sala ahora iluminada. La sala de la veracidad.
«Nuestro trabajo no consiste en descubrir quién es el asesino, nuestra labor es encontrar las pruebas para que el fiscal pueda probarlo.»
    Con estas palabras sentencia Urtzi, el inspector de homicidios y asesor de César Pérez Gellida, el final de la trilogía para que pudiese transmitir al gran público, a través de la tercera parte, Consummatum est, qué ocurre cuando sólo hay indicios para encerrar en prisión a Augusto Ledesma dentro del funcionamiento del sistema judicial español ‒y sus plazos, con sus prórrogas, la presión de cada una de las partes; es increíble cómo las describe‒.

     El autor no solo se preocupa del funcionamiento del sistema, sino de aquello que lo hace funcionar, así como del factor humano y su naturaleza. Lo que acciona el motor, el asesino, y los engranajes que permiten el movimiento hasta su detención, los policías y los jueces.

Caracterización de los personajes

    Me ha parecido colosal la forma en que realiza el perfil criminal de Augusto Ledesma y ejemplifica con datos reales de sucesos y asesinos en serie ‒tanto de España como extranjeros‒, junto con las locuciones latinas para aumentar su megalomanía y apuntes literarios (generalmente lírica, poesía y clásicos), para perfilar totalmente una mente perversa, inteligente y egomaníaca.

 «Un momento, una canción.»

      Gellida realiza la síntesis del perfil criminal con la agilidad narrativa de dos puntos de vista en el segundo volumen, Dies irae, (en primera persona, desarrollo moral y evolución de Orestes en la trama; en tercera persona, el diálogo que mantiene el psicólogo ‒Armando Lopategui‒ con el asesino, como génesis y comprensión de la semilla criminal ‒una auténtica delicia para cualquier criminalista‒).



     Por último, los momentos reflexivos que realiza el autor denotan una gran cultura filosófica tanto en corrientes canónicas (Séneca), idealistas (Schopenhauer) o existencialistas (Nietzsche), para completar rasgos psicológicos de los personajes más emblemáticos sin caer en esterotipos.

  Como prueba de ello, Ramiro Sancho, inspector de homicidios, no cae en la historia traumática de un pasado conflictivo en pleno aislamiento cuyo punto de fuga, su pasado, se reencarna en un presente lleno de inconstancias.

     Cabe mencionar que por la agilidad de su narrativa e hilo argumental, porque la inmersión es absoluta, a diferencia del visionado de una película (espectador pasivo), es como vivir en la propia novela asimilando unos diálogos totalmente coloquiales, elocuentes y espontáneos. Quedé pasmada con el diálogo del drogadicto argentino con el antagonista porque parecía una transcripción de una conversación real.


Rigor histórico


     Por el rigor histórico con que menciona datos específicos sobre el exilio de los españoles en la Guerra Civil a Rusia, la formación del KGB, la conspiración para asesinar a Trotski y otros datos relacionados con la URSS no es de extrañar que visitando su página oficial se lea lo siguiente: Licenciado en Geografía e historia.


     En la segunda parte de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, con prólogo firmado por Jon Sistiaga, nos hace una síntesis de la crónica de las Guerras Yugoslavas (más conocidas como la Guerra de la antigua Yugoslavia 1991-2001). No falta al rigor ni a la credibilidad porque forma parte de un relato desde un punto de vista imparcial en donde los bandos quedan desalineados, cuyas líneas, que antes quedaban perfectamente perfiladas, ahora están hechas jirones por la historia que hubo detrás; una historia no contada porque en su momento no le interesaba a la OTAN, ni ahora tampoco. Todos fueron culpables y Gellida explica por qué. Explica los números. Dónde se sumó y qué se restó. Quién usó una máscara y quién se destapó.


      El que no conozca a César Pérez Gellida pensará que es un policía retirado o un fiscal, debido a la exactitud de los sucesos con que narra Versos, canciones y trocitos de carne. Todos los amantes de la novela negra agradecemos a aquellos escritores tan dedicados como Gellida que nos brindan su esfuerzo y constancia para que un relato sea lo más veraz y consecuente con los hechos, como si estos ocurriesen en la vida real.

Refranes, canciones y rastros de sangre


El género Gellida vuelve a la carga con esta nueva trilogía llevando la tensión y la intriga al máximo, haciendo que el lector se vea superado por los acontecimientos y tenga que realizar un respiro en la lectura por el realismo de los hechos.


César Pérez Gellida - Fuente



Sarna con gusto. Noticia de un secuestro


El prólogo está firmado por Urtzi, el inspector de homicidios de Valladolid, que alaba el rigor y la constancia del escritor, por la óptica que usa contando la historia de un secuestro desde la perspectiva de la víctima, el entorno familiar, de los secuestradores y de la policía. La lectura de esta novela, como mencionaba, no es nada fácil, por la tensión de la familia y sufrimiento de la víctima en la ficción.


El realismo de la caracterización de los secuestradores es de manual, siguiendo un procedimiento habitual de un secuestro calculado, pero con el cambio de ritmo y unos acontecimientos clave, el encierro de la muchacha se torna en un secuestro típico de México transformando el proceso en una bomba de presión y el asunto en algo personal para el inspector pelirrojo.


Pese a todo, la prosa sigue la línea de su primera trilogía, en la cual, con el elocuente refranero popular de Sancho y la banda sonora con estribillos pegadizos, hacen que con la inmersión se haga imposible levantar la vista de la página que se lea en ese instante. Los diálogos siguen siendo transcripciones de la vida real, o pareciéndolas, o firmas o sentencias de personas reales, o yo que sé. El Chimuelo debe existir en la vida real. Jamás leí un mexicano tan mexicano en una novela, con permiso de Juan Rulfo.

Con la primera trilogía del asesino en serie Augusto Ledesma y el premio de la Medalla de honor de la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses, esperaba otra historia en la misma línea de la precisión de los hechos y el respeto de las instituciones policiales. Para mí, desde luego, lo ha conseguido.

Sociedades secretas

Sólo queda añadir, como trasfondo, una sociedad oculta que queda en un segundo plano, al margen de la impresionante veracidad ficticia de los hechos de lo que podría ser un secuestro y su casuística en la vida real.
El autor nos da una pista sobre esta sociedad secreta, que está en todas partes, bien jerarquizada, de estructura vertical, de comunicación descendente y una férrea y rígida disciplina mística en sus negocios y asesinatos para perpetuar su linaje. Da mucho juego, pero espero que nos sorprenda como hasta ahora y huya de clichés. Los nombres de cada componente humano son de carácter religioso y su misión en el mundo, sin una definición verdaderamente clara, se verá revelada en los siguientes libros.

Esto nos da indicios del transcurso de acontecimientos, de lo que se constituirá el resto de la trilogía, aunque este volumen tenga tintes auto-conclusivos. Gellida es capaz de generar un grado de dependencia relativa haciendo que el lector tenga ganas de más al cerrar el libro, al leer su última página. No con todos los lectores, pero sí con la mayoría. Me refiero a que en la primera trilogía estaba claro que Augusto Ledesma era el epicentro de la acción, en la presente lo será la Sociedad Secreta de Los hombres Puros.

Los prólogos, al igual que los epílogos, no son mini-ensayos en donde unos alaban al autor y otros alardean de sus habilidades literarias. En el caso que nos ocupa, en el de ambas trilogías, son fuentes de información de lo que nos vamos a encontrar a continuación.

Gellida es un arma de destrucción masiva. Todo lo que sabíamos sobre novela negra, él lo destruye desde sus cimientos para mostrarnos cómo se debe contar una historia. Un secuestro. Lo hace de una forma tan desgarradora que dejará huella para siempre.
¿Has leído algún libro sobre secuestros? Sí, el de Gellida.

Cuchillo de palo. Trata de blancas desde Nigeria


Gellida sigue en una línea ascendente y desgarradora de una realidad palpable, que es la trata de blancas. La ubicación, en este caso, ocurre en las Rías Baixas con un único cometido, desvelar el duro mundo de la prostitución no consentida.

La Congregación de los Hombres Puros

Es difícil reseñar sin spoilear la trama, la verdad. Por otra parte, la sociedad secreta de los Hombres Puros, ahora en un primer plano por las necesidades argumentales, es retratada como se suele hacer en este tipo de literaturas fantasiosas y sensacionalistas, pero el autor lo hace con un realismo creíble, veraz y consistente realizando una crítica social de aquellos negocios turbios, empezando por la prostitución en la Europa del Este, diferentes mafias del Sudeste Asiático de dudosa reputación y las malas artes usadas en la Guerra de los Balcanes, sin olvidarnos de lo que remueve todas las conciencias después de una crisis de identidad: la venganza y el deterioro psicológico. Todo ello para ubicarnos en la conformación de la estructura piramidal de la que está formada sin llegar al piramidión, Corteza de Roble y su arcángel mayor, Miguel.

Detalles históricos y sueños europeos

Apelando a su licenciatura en Geografía e Historia, Gellida engalana la novela con la verdadera identidad de Cristobal Colón, hace un breve inciso en la Orden del Dragón de la cual Vlad Tepes era miembro y, sobre todo, entramos en el quid de la cuestión, cuando el autor nos retrata a un Sancho derrotado por las secuelas de Augusto Ledesma y su Obra, así como el secuestro rematado en el fenecimiento de la niña de dieciséis años.


Gellida escribe una historia de derrota y casi de resurrección en donde Ramiro Sancho trata de hundirse más en un pozo de amargura, ahogándose en el alcohol y desahogándose con un amigo, jugando al geocatching en Monteferro hasta que pasa lo que pasa y pasa a la siguiente fase, sin descuidar su botella de whisky y dejarle más secuelas a Peteira por un trágico suceso inesperado y a la vez afortunado. Un Peteira que ya le debe una y, en esta ocasión, dos. La acción se pierde en Nigeria  donde el autor nos regala una realidad que no sale en los medios de comunicación: la arrebatadora verdad del efecto de las drogas de un sector especialmente marginado de Nigeria; la enorme diferencia de las clases sociales; y los sueños europeos de las veinteañeras que son engañadas y confinadas dentro de contenedores rumbo a Europa, en buques de carga con sus «matronas», en lo que, aparentemente nadie sabe, es un negocio multimillonario. No es que sea recomendable su lectura. Yo diría que obligatoria para conocer, un poco, la realidad de la trata de blancas de las mujeres nigerianas a través del puerto de Vigo.

A grandes males. Grandes derrotas


Gellida cierra una trilogía un tanto extraña. El prólogo, firmado por Dolores Redondo y amiga íntima del autor, nos dice que es su mejor novela hasta el momento. Miente descaradamente. Cualquier novela de la primera trilogía o la primera novela de la presente, es mucho mejor que A grandes males. Las peores opiniones y críticas literarias siempre serán formadas desde el amiguismo, y estas, lamentablemente, nunca dejan crecer profesionalmente.

Dan Brown a la Argentina


Lo que nos propone Gellida, en este último volumen de Refranes, canciones y rastros de sangre, es otro punto de vista en la tan manida literatura de las sociedades secretas y simbología con acertijos. El atractivo subyacente de la misma, es la localización de los restos de Dante, por una parte, así como el germen de las conspiraciones por parte de este grupo que está en la sombra. Navegamos por la lectura sobre varios hechos importantes así como la maquinación de los mismos en la primera mitad del siglo XX , como el crac del 29, venta de armas en el período de entre guerras y la promoción de obras arquitectónicas como el Palacio Barolo y el Salvo en Argentina, teniendo a su figura central al arquitecto italiano Mario Palanti. Todo ello siguiendo las directrices de la Congregación de los Hombres Puros y de La Divina Comedia de Dante.


Dantesco es que, en otra línea temporal, la presente, el ritmo narrativo se estanque en el libro con tantas explicaciones, y el cúmulo de casualidades exceda del número de permutaciones naturales. Es decir, que nos encontramos con la esencia de la casualidad en sí misma y no con una novela de investigación como sello personal y característico de Gellida. No leo a Gellida por ninguna parte, salvo en la caracterización de Sancho y en las «transcripciones» de los diálogos de dos personajes argentinos, Telmo y Bujalesky, que me han arrancado más de una carcajada, todo hay que decirlo. El resto de los hechos y acontecimientos son casi meras anécdotas si se comparan con lo anteriormente mencionado, sin que por ello sean prescindibles aunque se conjuguen sin alterar el principio de inviolabilidad de la trama.

Cierre de trilogía

Bien cierto es que el tratamiento que ha hecho con la aparición de algún personaje nuevo, que lo dejó en el aire en su anterior novela con algunas digresiones para conocer mejor sus habilidades y motivaciones (la arcángel albina), me recordó más al estilo sucinto y conciso al que recurrió en «Khimera», en lugar de trabajar más su perfil psicológico y formación de valores morales así como su evolución, como hizo en su anterior trilogía y que es, también, su sello personal. Era un personaje potencial pero debido a las limitaciones por la elección del recurso estilístico y estructura de la novela (escaleta literaria formada y cerrada) la inventó muda. ¡Vaya por Dios!

Khimera


Si debemos quitarnos el sombrero con un autor, este es César Pérez Gellida. El maestro de la novela negra en nuestro país se atreve con todo y con un género nada desdeñable incluyendo uno de sus personajes más representativos de sus dos trilogías. 

La leyenda del último bogatyr

Documentándose sobre leyendas eslavas, Gellida da con la mitología de Koschei, el antagonista de los bogatyr, unos guerreros poderosos con altos valores morales. 

Decidió que su trama deseaba tejerla conforme a dicha leyenda para realizar, a mi modo de ver, una verdadera obra maestra:

Existen muchos poemas épicos rusos (llamados bylinas) en los que se relatan las historias de estos héroes. En ellos, cada bogatyr es reconocible por un carácter particular: Alyosha Popóvich por su ingenio, Dobrynia Nikítich por su valor, e Ilyá Múromets, el más grande de los bogatyr, por su fuerza física, espiritualidad y esmero por la protección de los desamparados. Wikipedia.

Y la leyenda de koschei bessmertny es la siguiente:

Koschéi no puede ser asesinado por medios ordinarios, es decir, por medio de agresiones o lesiones a su cuerpo. Según la tradición su alma está separada de su cuerpo y se encuentra escondida en una aguja, la cual está dentro de un huevo en el interior de un pato que a su vez se halla dentro de una liebre resguardada dentro de un arcón de hierroenterrado debajo de un roble, en la mítica isla de Buyan. A veces, dependiendo de la versión, se trata de un arcón de cristal u oro en lugar de hierro.

Mientras su alma se encuentra fuera de peligro Koschéi es inmortal. Si el arcón es abierto la liebre escapará, y en caso de que esta sea muerta el pato emergerá de ella y volará para alejarse y ponerse a salvo.

Según el folclor, cualquiera que posea el huevo dentro del cual se encuentra la aguja donde reside el alma de Koschéi tiene a éste bajo su control y puede lograr que se debilite, enferme y pierda el uso de su magia.

Si el huevo es roto (en algunas versiones debe ser roto contra la frente del mismo Koschéi), muere al fin. Wikipedia.

Bien cierto es que realizar una analogía de la trama con la leyenda de Koschei y el último bogatyr es spoilear la historia, cosa que no voy a hacer.

La lectura, inherente en el disfrute de la acción, debe disfrutarse casi desde el desconocimiento, al igual que cuando nos revelan poco a poco una sala de un museo a la luz de un candil para desembocar en un apoteosis de fuegos artificiales.


 Distopía o aviso de lo que nos depara el futuro


Gellida y Zafón son los dos únicos escritores que conozco que han viajado en el tiempo, uno al pasado para retratar la barcelona de la posguerra y Gellida para relatarnos el futuro apocalíptico que nos espera.

El realismo y la documentación son tan veraces que casi puede decirse que es un ensayo periodístico del futuro; además, novelado. En serio, no pierde detalle en absolutamente nada, en ningún aspecto por muy técnico que sea. Nos deja claro un escenario con tres superpotencias (que son uniones de potencias en regiones concretas con ideologías similares), las motivaciones bélicas, los avances tecnológicos de armamento militar (espionaje, mimetismo) y en neurociencia, así como en avances médicos y modo de vida.

Nos muestra una utopía de clases geográficas donde la meritocracia es concéntrica así como los distintos círculos de una ciudad. Para cambiar de círculo hay que sumar méritos y cuánto más estés en el centro, más rico, ejem, más alta será tu clase social.

Por si fuera poco, nos presenta una sociedad ideal y una sociedad fracturada por la posguerra dando lugar a un Gran Hermano descomunal, como lo que está sucediendo en china con sus cámaras que hacen reconocimiento facial, pero en este caso por medio de UATs, que son terminales en la muñeca que te informa los privilegios que tienes y te identifica como ciudadano. Si no los tienes, eres un morador (apátrida), o un mutante (duendes con proporciones desproporcionadas).

Me dejo cosas en el tintero, o no, la verdad. Porque es tan densa que no sé cómo cabe en una novela de 600 páginas.

La novela

Si lo que asombraba en las dos trilogías anteriores, sabiendo que esta novela sigue en el mismo universo que las mismas, es la facilidad de realizar verdaderos perfiles humanos. es capaz de retratar a casi cualquier persona incluyendo sus motivaciones, deseos, su forma de conversar e incluso hacer que cada personaje huya de la propia personalidad del autor. Es la novela más lejana del que la construyó que he leído en mi vida. Eso es bueno porque el autor nos retrata su verdadera empatía por lo que es y lo que puede suceder. 

El gellidismo es esto. La originalidad, la personalidad arrolladora de los personajes, la veracidad de los hechos, los datos reales, la historia, la congruencia de todos los elementos anteriores y el misticismo que despierta la inmersión de la lectura.

Un maestro de cualquier género, aunque...




...se despide de sus personajes en este final apoteósico, metamorfoseado en una distopía comandada por las nuevas tecnologías y la seguridad informática con el trasfondo del metaverso. 

¿Y qué es el metaverso? No es ni internet ni la Deep Web, es lo que en la ciencia ficción podríamos llamar conciencia cibernética.

La continuación de Khimera e hilando fino


Gellida nos propone un final en donde todo queda bien atado con esa sensación que de que los cabos sueltos están con nudo marinero y el hilo es totalmente fino. 

Siendo la continuación natural de Khimera, Gellida realiza un increíble trabajo de documentación y dota de personalidad a la presente novela haciendo, como casi cada libro de su "octología", una historia totalmente auto-conclusiva.

La trama, dividida en dos inmensos flashbkacs temporales, uno en 2030 y otro en 2054 (después de la devastación total), nos habla de Olek Opiozcenek en su adolescencia y en su adultez, retratándonos, como si se tratase de un deja vu, la transformación de la decisión de un niño al convencimiento de un propósito.

En su camino a tan desdichado final, imprevisible de todos modos, estará a la par con los personajes que sobrevivieron a la primera parte de esta distopía; unos sacrificándose por el bien común y otros viendo sus intereses más personales.

La acción es absorbente, porque nos encandila sentir como pasa de una novela del espionaje a la acción más desmedida; de las intromisiones cibernéticas, rompiendo barreras de seguridad, al germen de toma de conciencia de la inteligencia artificial; de lo que puede pasar mañana mismo, tecnológicamente hablando, a lo que puede suceder pasado mañana. Gellida no deja títere con cabeza ni género literario sin tocar o añadirlo en konets.

Lo que dejó atrás y sin respuesta en varias de sus seis novelas anteriores, aquí tienen su cameo o su redención, su desquite o su deuda pendiente que subsanan haciendo que la acción, lejos de ser normal, se transforme en una trama atípica para enganchar todavía más al lector. Si la característica fundamental del gellidismo son los giros argumentales, aquí se transforman en verdaderos tornados estilísticos imprevisibles.

¿Es necesario concretar más en esta trama? No, porque sería revelar información en detrimento del disfrute del ávido lector de aventuras y misterios.


Inspiración

La inspiración, fruto de una mente muy genuina, bien pudo venir de la saga de Ghost in the Shell de Masamune Shirow, cuando hizo allá por el 91 su obra magna. O bien pudo venir de Yukito Kishiro con su Alita: Angel de combate cuando los usuarios podían conectarse a través de un casco para ver en primera persona la acción que se desarrollaba en las carreras de Motor-Ball.

Es innegable que el cyberpunk japonés puede estar muy presente en esta novela si se conocen las obras anteriores pero, lejos de realizar un plagio, que no lo hace, nos demuestra la verosimilitud de lo que puede acontecer mañana, como si de la serie Black Mirror se tratase.

Ghost in the Shell by Sangrde - Fuente
Es el último aviso de lo que puede suceder y la desesperanza del género humano y el desencadenante de la obra de Augusto Ledesma reflejado en su Hijo Olek.

Si hubiese un arquetipo literario que definiese mejor esta novela, sería la maldad que, retratada en todas sus facetas, Gellida nos muestra el lado más humano de esta característica universal en todo su esplendor.

Si todavía siguen con dudas acerca de este autor o de esta novela, solo me queda añadir que no nos casamos con nadie y que aquel que no sepa mantener su nivel después de su primera novela, aquí nos encargamos de aplastarlo debidamente para que el lector no compre una obra en vano.




Todo lo mejor


A pesar del título tan rimbombante, no deja de ser cierto que su última novela es todo lo mejor que se puede leer actualmente en novela de intriga, de espías y como género histórico. Vamos, de la historia reciente de Europa, en el lado Este del muro de Berlín. Pero lo más importante, es que tenemos a un autor camaleónico, que disfruta haciendo disfrutar al ávido lector de cosas nuevas. 

Después de la devastación total en un futuro apocalíptico, Gellida nos retrotrae a la época más dura de Europa.

Ambientación


Como le corresponde teniendo una licenciatura en historia, nos retrata fielmente las idas y venidas de lo que es la República Democrática Alemana en el lado Este del muro de Berlín, desde la perspectiva de un mando del KGB afincado en la ciudad.

Lo más destacable es que NO se trata de una novela de espías per se. No se trata de una de esas noveluchas de tercera que hacen una lamentable parodia de lo que era ser un agente secreto al otro lado del telón de acero. Aquí se entiende su funcionamiento, la finalidad, cómo es una operación de seguimiento, los interrogatorios, reclutar un topo, crear un agente doble y un larguísimo etc. 

La recreación de Gellida ya no es un fresco, es una fotografía de la época.

La calidad de las conversaciones parecen transcripciones hechas desde una cinta o un magnetófono de un alto funcionario de la Stasi, porque el autor traslada al lector a una inmersión total de los años 80 en donde habían más informadores por metro cuadrado que en la actual Corea del Norte, en medio de la discordia entre el capitalismo radical y el feroz e incansable comunismo.

Personajes

Otro punto fuerte es la cantidad y calidad de personajes, cada uno con su propia personalidad, talante y simpatía, cada cual con sus rutinas y, la interacción entre ellos, lejos de ser mecánica, son soberbias interpretaciones del statu quo que regían las costumbres y las formas. Se puede respirar un ambiente opresivo, cargado de silencios y confidencias en el que cada uno sabe su lugar, de forma natural, sin forzar.

Tenemos a un Viktor Lavrov debatiéndose moralmente entre sus funciones y su lado más humano, así como una Erika que le da una segunda oportunidad en la vida y en el amor.

El retrato de cada uno de los actores va regido por una batuta del libre albedrío sin acercarse a ningún estereotipo y con el realismo de la cruda realidad: el realismo que les ha tocado vivir en el lado más oscuro de Berlín.

La trama

La poca densidad de las páginas, aunque nada descabellado si se mencionan 600, hace suponer que el autor tejió una historia simple, lineal, con un objetivo claro: La caza de un asesino en el trasfondo de la Guerra Fría. Bien, pues se equivocan. Me refiero a que es mucho más que eso. Infinitamente más que eso.

La densidad solo se puede sentir, no se puede explicar. ¿Cómo explicar el color rojo? ¿Cómo explicar un gusto afín? No es posible, pero sí se puede explicar el género Gellida: Veracidad, rigor, entretenimiento, complejidad de la trama y lectura ágil y voraz. Lo que cada cual considere oportuno, porque es de las lecturas que dejan huella, impresiona, y los giros, nada poéticos, son brutales.

La intriga, lejos de desinflarse a las primeras cambio, o pensar que la previsibilidad de lo imprevisible se hará patente de un momento a otro, es constante en el tiempo, con una técnica que no desmerece a ningún gran escritor. El efecto sorpresa no se desvanece aunque se intuya quien es el asesino, el depredador, porque estamos ante la imprevisibilidad de lo previsible, así como la tónica de la magia en que nos encierra Gellida. Prepárense para disfrutar de una novela atípica de la Guerra Fría de 1980.

Señores, lean la que es la mejor novela de César Pérez Gellida.


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