Es increíble el grado de acertabilidad y diagnóstico que se puede realizar de un concurso literario tan importante como el de mayor dotación de mundo en lengua castellana. Nada más y nada menos que 600.000 € al ganador y 150.000 € al finalista.
Ahí es nada cuando el espíritu del Premio Planeta es el fomento de la cultura en nuestro país, o eso dice en sus bases. Lo terrible y lo que es un despropósito, hasta unos niveles intolerables, es que con más de 600 novelas anónimas en la edición de 2018, haya ganado un escritor famoso, Santiago Posteguillo, y la hija de otro Premio Planeta, novelista primeriza, dicen las malas lenguas. Más terrible es, si cabe, que esta casuística no ocurre sólo este año, sino que es una costumbre y su previsibilidad es alarmante y determina el hábito en el amiguismo literario.
Ganador y finalista del Premio Planeta 2018 - Fuente |
Santiago Posteguillo
Posteguillo mereció ganar, por supuesto. Es un gran escritor y un gran creador de la novela histórica, recreando a la perfección la Roma de Escipión con su trilogía Africanus y su Magnum opus Trajano, influido por la obra de Suetonio, Los doce césares, describiendo el ascenso del primer emperador romano de origen hispano.
En lo que no estoy de acuerdo no es en su forma, otra vez el imperio romano, sino en su contenido, Yo, Claudia, que viene siendo lo que pide el jurado y el ritmo socio-político. No me refiero a que niegue lo evidente, que no se escriba sobre lo que más preocupa a la sociedad moderna en 2018 que es la violencia sistemática a la mujer, porque iría en contra de mis principios, sino a la autenticidad de uno mismo. Si yo soy escritora, no voy a escribir para camelar a un jurado, escribo sobre lo que quiero escribir; no sobre aquello en lo que creo que voy a tener más posibilidades de ganar.
Cualquier tonto o pardillo diría, "pues allá usted, yo escribiré sobre aquello que aumente mis posibilidades de ganar sin alterar mi estilo". Entonces usted es un vendido, un escritor de novelas de medio pelo como aquel novelista que sólo escribe sobre acertijos con Jesucristo de fondo, o una escritora como Danielle Steel que escribe para mujeres de clase de media con problemas de mujeres burguesas. La autenticidad no se vende, se crea. La autenticidad surge, se reinventa, se mejora, no se escupe ni se fuerza para escribir frase tras frase, documentándose para realizar una obra veraz y escupida a un tiempo.
Si se escupe al cielo...
Ayanta Barilli
Ayanta Barilli finalista Premio Planeta 2018 - Fuente |
El otro requisito, además de escupir al cielo, es ser hija, sobrino, prima de... o tener un padrino relacionado con el mundo de la cultura. El caso de Espido Freire, la ganadora más joven en ganar este Premio, cantaba en una compañía que acompañaba a José Carreras. ¿Por qué la menciono? Porque el lector medio en este país no conoce su nombre. El lector ocasional, no la conoce, y no es necesario ser un super-ventas o un clásico para ser un escritor o escritora reconocido o reconocida (disculpe, señor Reverte, ¿ve cómo lo arreglo?). Un Premio Planeta caduca en unos años, prueba de ello es que en un lapso de cinco años, a lo sumo, nadie se acuerda de los ganadores, y mucho menos de los accésit.
¿Qué ha sucedido con Ayanta? Que ha sido más lista que nadie. Es hija de Sánchez Dragó, un Premio Planeta (1992). Ha escrito sobre la temática del momento: sobre la mujer. Ha dispuesto del antagonista ideal: un hombre. Ha dispuesto el motor del hilo argumental perfecto en el contexto actual idóneo: la violencia. Y ha acercado la temática a la novela costumbrista, que es la temática favorita del jurado de los últimos quince años: tres generaciones de mujeres y el siglo decimonónico. La sinopsis del jurado es como sigue:
“una novela coral que cuenta la historia de tres mujeres, abuela, madre e hija, indagando en el pasado de la familia, que incluye una figura masculina despiadada que aboca a la locura, con un fondo histórico que muestra la evolución de la imagen de la mujer y su lucha por los derechos desde el último tercio del XIX”
Increíble. La previsibilidad es apabullante. Veamos ahora todas y cada una de las analogías del concurso.
Premio Planeta. El timo planetario
En 2017, Javier Sierra fue el galardonado con el premio con un estilo llamativo por su gran originalidad para el jurado. Tan original que es una copia de Dan Brown. La sinopsis de El fuego invisible, su obra ganadora, es como sigue:
"David Salas, un prometedor lingüista del Trinity College de Dublín, se encuentra, después de aterrizar en Madrid para pasar sus vacaciones, con Victoria Goodman, una vieja amiga de sus abuelos y con su joven ayudante, una misteriosa historiadora del arte. Ese hecho trastocará sus planes y lo empujará a una sorprendente carrera por averiguar qué ha sucedido con una de los alumnos de la escuela de literatura que regenta lady Goodman. Para su sorpresa, la clave parece esconderse en el mito del grial y su vinculación con España".
Si en lugar de llamarse El fuego invisible, se llamase El Código del Grial, daría el pego.
Javier Sierra no es ningún desconocido, es el director de la revista Más allá de la ciencia, es conocido en el mundo del misterio y ha salido en el programa de televisión Cuarto Milenio.
Sigamos.
Dolores Redondo, con Todo esto te daré, fue galardonada el año anterior, en 2016, con una novela costumbrista, abusando de clichés hasta lo absurdo para encandilar, también, al jurado. El asesoramiento es palpable por la dirección del esquema de la escaleta literaria. Ya era famosa por su Trilogía del Baztán y su posterior adaptación a la pantalla grande y, sobre todo, por las declaraciones que había hecho de su deseo de ganar el Premio en ediciones posteriores a la publicación de sus primeras novelas. Deseo que se vio cumplido, casualmente.
En 2014, para mayor despiste de los lectores y críticos del mundo editorial, conceden el Premio Planeta a Jorge Zepeda Patterson por Milena o el fémur más bello del mundo y, santa casualidad, Jorge conoce la temática más sensible de España, aunque el autor proceda del "otro lado del charco". La cultura de la violación. Veamos la sinopsis:
"Una vigorosa novela de acción y amor que denuncia los abusos de poder y la corrupción, pero que, sobre todo, nos muestra el alma abierta de una mujer vejada, como tantas otras, en un mundo cada vez más globalizado".
En 2013 tenemos este accésit, cuya biografía copio de la wikipedia: Ángeles González-Sinde Reig (Madrid, 7 de abril de 1965) es una guionista y directora de cine española. Entre 2006 y 2009 fue presidenta de la Academia de Cine, así como ministra de Cultura de España entre 2009 y 2011. No voy a resaltar las virtudes de su novela pero sí las virtudes como ministra con su polémica Ley Sinde:
"Los consumidores tendrán que aceptar seriamente que vivimos en una economía de mercado garantizada por la Constitución, en la que las cosas tiene un precio y sólo el Estado puede decir que la cultura sea gratis".
Teddy Bautista: "si el Estado quiere 'cultura gratis', que incluya a los creadores entre los funcionarios
Por qué no se le va a dar el Premio Planeta a una ministra de cultura. ¿Por qué? ¡¿Por qué?! Porque no. Ahí tienen la prueba: finalista del Premio Planeta en 2013.
Jurado del Premio Planeta 2018 - Fuente |
En 2011, Imma Chacón, hermana gemela de Dulce Chacón, es finalista del Premio Planeta. Cabe mencionar que es la hermana de toda una celebridad y nos brinda estas palabras:
"Yo lo entiendo, porque ella era una persona muy querida, admirada, con mucho predicamento, con mucho carisma. La gente la adoraba y cuando yo comencé a publicar querían ver en mí la prolongación de Dulce"
Ella esperaba que el Premio le diese identidad propia porque siempre la identificaban con su hermana. Pero el Premio, ya sabemos, usted y yo, por qué se lo han dado, y no a un completo desconocido.
El despropósito es aún mayor cuando en 2010 el Premio es concedido a Eduardo Mendoza con Riña de Gatos. Madrid 1936. El escritor, barcelonés de pura cepa y raza, escribe sobre los días previos de la Guerra Civil, cuando la autodeterminación de la comunidad autónoma se estaba oliendo desde Bruselas a Llobregat en 2009/2010. El autor de La verdad sobre el caso Savolta o Sin noticias de Gurb, ambas novelas ambientadas en Barcelona, escribe una novela en el Madrid de los años 30 para congratularse con un jurado y un momento histórico propicio para una novela de costumbres que no sea barcelonesa. Porque puedo citar una ristra de títulos con sede en la capital de Cataluña y, con tal de realizar un disimulo, un guiño, un pre-acuerdo, para un premio cantado, el requisito de la ambientación, debería ser la madrileña manera de ganarse a un público más general.
Cosa que no ha ocurrido en las redes sociales. Sino, pasen y vean y observen los votos, las críticas, su puntuación y sus ventas.
El Premio Planeta se ha convertido en un escaparate en el cual elaborar un producto que se adapta a un mercado. El arte queda desplazado, la novela se hace a medida, se tergiversa la longitud de la misma para un jurado y una tónica social del momento. El escritor es esclavo no ya solo de sus palabras sino del cliente. Ya no hablamos de lectores, hablamos de compradores para retrotraerse a una mentalidad cerrada del público medio, a un público que huye de una lectura que requiere de un mínimo esfuerzo intelectual.
El fomento de la cultura, implícito de la lectura, del aprendizaje, se convierte en una especie de adoctrinamiento de masas en favor de agasajar jurados y mareas huyendo de inquietudes y expresiones literarias.
Adiós a la originalidad, adiós a la expresión escrita, adiós a la creación.
Hágase la luz...
Es indignante que tantos escritores a quienes nadie concede ni la más mínima oportunidad, hagamos de comparsa para cualquier mediocre.
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