Trilogía Bill Hodges de Stephen King |
Partiendo de una idea preconcebida, supuso para mí una grata sorpresa descubrir una novela con un verdadero pulso de poder entre dos antagonistas: El provocador (Brady) y el provocado (Bill Hodges).
Mr. Mercedes
La trama funciona perfectamente con unos personajes creíbles, bien construidos y huyendo por los pelos de los estereotipos. Lo que más me llamó la atención han sido sus acciones que no pasan desapercibidas porque fluyen desde su pasado -explicado perfectamente por el autor- hacia el presente, dando una idea general que no son fortuitas y que conllevan una carga emocional. La guerra está servida en pleno pulso de poder sin que decaiga el interés de conocer de antemano el autor de la masacre. Con lo cual la trama es vivaz. El lector observa un duelo de titanes, dentro de una prosa ágil y contemporánea, cómo se persiguen mutuamente, quién va a cometer el error para que el uno cace al otro, esperando el desenlace. No se odia a Brady, ni al fracasado de Bill en esta seudonovela costumbrista de los barrios bajos de los Estados Unidos. Sólo el ansia de conocer el desenlace es lo que hace que el lector pierda la noción del tiempo.
Su estilo es inconfundible con guiños a lo largo del relato de otras de sus obras y lo que nos puede esperar en el desenlace final. Tiene un más que merecido Edwar Award 2015 para Mr. Mercedes, pero yo se la hubiese dado al año siguiente para Quien pierde paga, en mi opinión, como veremos a continuación.
Quien pierde paga
Nunca he leído un primer capítulo de un thriller tan sublime e impresionante como el de esta novela. Es digna de cualquier superproducción de HBO.
Quien pierde paga es una secuela con la inserción de unos personajes tan bien trabajados y tan imprescindibles en la trama que, además, el autor supo enlazar perfectamente con los sucesos y personajes de la crónica del asesino del Mercedes dejando a estos últimos casi en un segundo plano. Rompe la norma no escrita que se repita la misma fórmula y esquema: mismos personajes, mismo antagonista.
Stephen King escribe una historia (las novelas de Jimmy Gold) dentro de una historia siendo esta el hilo conductor derivando en una fuerza mucho más poderosa: la obsesión. Realiza un magistral comentario de texto, diseminado a lo largo de la novela, acerca de la obra ficticia del autor John Roshtein, dotando así de mayor credibilidad en los deseos y propósitos de los personajes afectados. Incluso hace que Jimmy Gold sea otro personaje más dentro del elenco, perturbando a Morris -¿qué le pasa a los perturbados con sus madres?- y su autor inspirando y obsesionando a Pete.
La prosa es amena y ágil gracias, también, al gran trabajo de apoyo de su hijo Owen King y Kelly Braffett - tiene una co-autoría con su hijo en la novela Bellas durmientes-. En resumen, cualquier fan del suspense, y de Stephen King, disfrutarán de este segundo volumen, dinámico y autoconclusivo (para el que no desee continuar la trilogía) en una carrera contrarreloj dentro de un duelo psicológico.
Stephen King Fuente |
Fin de guardia
Si en las dos anteriores novelas alababa la cuidadosa atmósfera del suspense y el estilo King, aquí lo único que puedo reseñar es la codicia de una prosa cuidada, funcional, en contraste de una narración sin apetencia de contar más que un desenlace pueril y sin la avidez de marcar la diferencia como seña de identidad del escritor. Incluso, me hizo dudar de la autoría de esta novela- ¿Dean Koontz, quizá?-. Avengo con la idea que Brady contaba con poderes sobrenaturales como último recurso desesperado para cerrar una trilogía que tenía visos de ser un referente del thriller policial, alejándose totalmente de lo que King nos tiene acostumbrados. ¿Una decisión de última hora con su editor o su agente?
La calidad de la novela se pierde en la desgana de la originalidad camuflada, cerrando una trilogía extraña con un final insípido y un comienzo sublime.
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