La sombra del viento de C. R. Zafón. La obra de un genio

Carlos Ruiz Zafón es un genio. Prueba de ello es que la gran depredadora, editorial Planeta, no dejó escapar la oportunidad de su vida para sacar pingues y pingues y pingues y redundantes beneficios de un fenómeno editorial mundial: El Cementerio de los Libros Olvidados.

Pero prefiero ser cauta por la misma razón que me ha motivado a ser mordaz, a la vez que displicente, con la segunda trilogía de Gellida, con Todo esto te daré de Dolores Redondo o con la Trilogía de Bill Hodges de Stephen King. 


Zafón viajó en el tiempo


No es posible que una ambientación y una caracterización bien trabajada dé como resultado una novela de estas características. No es posible que el realismo latente nos recuerde a Edgar Allan Poe o al romanticismo de Victor Hugo y salga indemne, haciendo que el lector sobreviva en la lectura a una recreación tan exacta de una Barcelona de la posguerra.

El autor ha recreado, hasta el más mínimo detalle, la Barcelona de la época. Lo más complicado en una novela de costumbres es la reproducción del escenario histórico y social, la problemática desde todos los puntos de vista, incluyendo la venganza que se respiraba en un ambiente resentido después del belicismo. 

La reconstrucción de los personajes se realiza en fichas o plantillas con descripciones. ¿Ustedes se imaginan realizar una recreación de cada personaje, un amplio espectro de personajes mejor dicho, a partir de informes detallados de personalidades complejas? No, ni yo tampoco. Zafón, díganos la verdad. Díganos el modelo de la máquina que ha usado para viajar en el tiempo. Termine con esta farsa. O es usted un genio.

Fermín Romero de Torres es el mejor amigo de Zafón, sin duda, es un personaje con unos rasgos tan bien definidos que no es posible que alguien se identifique con semejante intérprete de la posguerra; tuvo que ser un amigo del padre y de la infancia del escritor que le dejó una huella bien marcada al interpelado. Lo mismo que Fumero, el resentido, con verdaderas motivaciones. Porque...

Porque lo que ha hecho Zafón y de lo que tanto se abusa en la prosa española y extranjera son los saltos en el tiempo, flashbacks, trucos epistolares de segunda, para aclarar los orígenes o el germen de una idea que nace de un resentimiento para germinar, valga la redundancia, en la venganza, siempre la venganza, señores. Pero, en este caso, se llama amor, aquel espejo en que se refleja un personaje en el presente de la novela que observa el pasado y tener un deja vù, lo mismo que el personaje del pasado reencarnado en el presente para reflexionar y cambiar y perdonar. ¿Por qué? Por el amor.

Se acabó el manido cliché de la venganza, se acabó el manido cliché de las recreaciones temporales para explicar por qué tengo que vengarme, ahora, en el presente. Ahora se explica por qué me vengo y me redimo en el presente. El espejo del pasado es la redención en el presente, señores, y Zafón, el genio Zafón, lo ha recreado con una naturalidad pasmosa, que crea escuela, que como mínimo habría que realizar una tesis para estudiar cómo meter una sarta de personajes en una novela con tramas y sub-tramas y realizar una novela de costumbres, realismo literario, con reminiscencias al gran Poe y al romanticismo francés, para transformarla en una obra maestra.


La sombra del viento


Cuando lees una novela dejas una parte de ti en ella, tu mente y tu alma. No es más que un espejo en el que puedes verte reflejado, o eso reflexiona Daniel Sempere. Pero el que se refleja en ella es el que realiza un giro de 360º en el hilo argumental.

La infancia de los protagonistas principales nos muestra un escenario pre-bélico ideal, que nos muestra a cuenta-gotas qué sucederá poco a poco a medida que transcurre la lectura. Pero lo realmente importante es la parábola, la analogía de la historia y lo que nos cuenta Sempere en primera persona. Las distintas analogías que van surgiendo de la vida, de la escritura, de la lucha por el día a día, de la opresión de la mujer por conservar su trabajo para cuidar del hombre al que ama y que no es correspondida, del amor no desembocado, del amor obsesionado, del amor que no es amor y se convierte en odio, del amor de un amigo de verdad.

Carlos Ruiz Zafón - Fuente

Todas estas analogías son atemporales, y se suceden a lo largo de toda la obra de Zafón, como iremos viendo a lo largo del ciclo de novelas del Cementerio de los Libros Olvidados. El genio de las analogías, se le podría llamar, porque en esta novela la principal analogía es lo que descubre el protagonista cuando lo que investiga coincide con su vida misma y la empatía que despierta con el que cree un enemigo.

Navegar por estas páginas es tan ameno y reflexivo como leer una revista con el añadido de estar reviviendo una época casi olvidada, que han vivido nuestros mayores, con la misma forma de hablar, de hacer, de omitir y de guardar las apariencias. Es un retrato fiel de una época que no se debe olvidar.

Es un embaucador porque engancha hasta el deleite con su prosa cuidada en su justa medida, hilando fino con una hebra irrompible, tejiendo, como Fumero, su propia telaraña para atrapar al incauto comprador de novelas de sobremesa y llevarlo más allá de una tarde de lectura, imaginando, eso sí, una realidad paralela, coherente, realista, detallada, para presentarle a Nuria Monfort y su despecho, a Miquel Moliner y la verdadera amistad, y terminar con ganas de más.

Todas las críticas profesionales expuestas con acierto y sin chulería en cualquier edición de esta novela son todas acertadas y necesarias. Ninguna se la merece tanto como Carlos Ruiz Zafón, genio y figura de la novela negra.



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